¿Como encender la Luz de la Navidad en nuestro Corazón?
En un reino maleado, como cueva de ladrones; en un muladar infecto de alacranes y roedores, en medio de una noche fría y oscura como boca de lobo, ha tenido a bien encarnarse la mayor de las excelencias, el bien supremo, la más sublime expresión de la esencia humana: nuestro Redentor Mesiánico.
Este cuento que tantas veces hemos oído con agrado, nos deleita porque en su simplicidad tan incierta encierra el portentoso poder de la Imaginación: una herramienta perfecta para trascender el estrecho ámbito de la razón que nos encarcela y dar el salto gigante que nos sitúa en una nueva posición más verdadera.
El cuento de Navidad nos recuerda, cada año, que en medio de las tinieblas, del desamparo y la penuria, en el rincón más profundo del alma, en una remota región que ralla con la Nada. Allá nace humilde y callada la esperanza salvadora de los hombres: el Gran Poder de la Imaginación.
Abrirnos a la Luz Navideña es centrarnos en la Esperanza, esa ilusionada espera de la Imaginación Creadora que abre el Portal a una realidad transfigurada.
Ese poder cósmico para sublimar la materia más grosera hasta transformarla en oro puro está bajando de las estrellas y focalizada por el Sol nos está bañando en su onda mesiánica: una fuerza germinativa capaz de dar curso a la nueva realidad a la que el Ser nos convoca.
Que nuestro corazón sepa acoger con amor y cuidado esa pequeña semilla que el Sol ha germinado como Esperanza de cambio Mesiánico en la Tierra.
